En medio del consenso científico generalizado que asegura que el calentamiento global es un hecho y que la actividad humana tiene mucho que ver al respecto, una voz disidente se eleva con fuerza para denunciar que detrás del debate sobre el cambio climático se esconde una turbia trama de corrupción y manipulaciones económicas y políticas.
Richard Lindzen es docente de la cátedra de Meteorología en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) con más de 40 años en la actividad. Su trayectoria siempre se ha caracterizado por una férrea oposición a las tendencias científicas mayoritarias. Lindzen ha estado investigando el clima de la Tierra desde la década de 1960 y sus trabajos sobre la dinámica de la atmósfera han sido reconocidos por sus colegas como una obra de importancia fundamental. Incluso en 1977 fue elegido como miembro de la sección de Geofísica de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.
Desde hace un tiempo, este polémico científico ha intentado demostrar que el calentamiento global no existe o que de producirse, podría resultar beneficioso. De hecho, en el año 2001 Lindzen publicó un documento en donde especulaba que a medida que la Tierra se calentara, el nivel de vapor de agua en la atmósfera superior disminuiría en intensidad, permitiendo la fuga del calor y provocando una reducción de la temperatura global. El estudio fue ampliamente rechazado por la comunidad científica y finalmente Lindzen tuvo que reconocer a regañadientes que su hipótesis era incorrecta.
En los últimos años las publicaciones de Lindzen han dejado de tener un carácter puramente académico y apuntan a denunciar al establishment científico, acusándolos de crear un falso alarmismo alrededor del calentamiento global para obtener recursos económicos que solventen sus investigaciones, y para el subsidio de las tecnologías de energías alternativas. Su artículo más polémico lleva el título “El clima del miedo” y fue publicado en abril de 2006 por el Wall Street Journal. Las declaraciones de Richard Lindzen resultaron explosivas: “El éxito del alarmismo climático puede medirse en los gastos federales en investigación climatológica, que de unos pocos cientos de millones de dólares en 1990, ascendieron a un total de 1700 millones de dólares en la actualidad. También se observa en el incremento de inversiones en tecnologías de energía solar, eólica, etanol entre otras.”
Pero Lindzen llega todavía más lejos con su denuncia: “Existe un aspecto mucho más siniestro en este frenesí de inversiones. Los científicos que están en desacuerdo con este alarmismo han visto sus fondos desaparecidos, sus trabajos cancelados y han sido tratados como dementes, científicos locos o cosas peores. En consecuencia, las mentiras sobre el cambio climático aumentan aunque se burlen de la ciencia en la que supuestamente se basan.”
El principal blanco de las críticas de Lindzen es el Premio Nobel de la Paz Al Gore. De acuerdo al controversial científico, en 1992 “Gore llevó a cabo dos audiencias en el Congreso en donde trató de acosar a los científicos disidentes -entre los que yo me incluía- para persuadirnos de cambiar nuestro punto de vista y apoyar al alarmismo climático”. Según Richard Lindzen, los contactos de Gore con el poder le sirvieron para imponer su influencia en puestos clave de la comunidad científica internacional, siendo apoyado por un grupo de eco-activistas radicales en su objetivo de chantajear y desacreditar a quienes no se manifiesten abiertamente a favor del Calentamiento Global Antropogénico.
Lindzen se considera a sí mismo con un David enfrentándose al Goliat de la comunidad científica. En sus recientes declaraciones, el académico apunta sus dardos contra “el inquebrantable triángulo de científicos del clima, grupos de apoyo y gestores de políticas con interés en provocar alarmismo”. Afirma también que conoce a “docenas” de científicos que están de acuerdo con él pero que no se atreven a decirlo públicamente, e insiste en que los grupos ambientalistas son los responsables de los mayores abusos de la Ciencia.
Lo cierto es que alrededor del debate sobre el calentamiento global asoman intereses muy influyentes, de orden político y económico. Por una parte, la prédica incesante de Al Gore (importante figura del Partido Demócrata que acaba de llegar al poder en los Estados Unidos de la mano de Barack Obama) se contrapone al contundente rechazo del republicano George W. Bush a la ratificación del Protocolo de Kyoto y a la manipulación y censura comprobada de documentos científicos relacionados con el calentamiento global.
La otra gran lucha -cuándo no- se centra en los poderosos intereses económicos que pueden resultar beneficiados o perjudicados ante las políticas que se tomen con respecto al calentamiento global. Así como Richard Lindzen acusa a los activistas ecológicos de causar el pánico para obtener mayores fondos en su propio beneficio, se sabe también que los grandes lobbies petroleros, del carbón y de otras empresas de energía están presionando con toda su influencia para negar la existencia del calentamiento global, ya que la aplicación de políticas de reducción de contaminación y consumo de combustibles fósiles produciría una drástica reducción de sus gigantescas ganancias. De hecho, existen pruebas de que el propio Lindzen y otros de sus colegas son apoyados económicamente por la petrolera Exxon Mobil, en una maniobra similar a la de las compañías tabacaleras que financian a científicos que intenten demostrar a toda costa que los cigarrillos no perjudican a la salud del fumador.
¿Cuál de las dos partes tiene la razón? Es difícil de asegurar entre tantas acusaciones cruzadas. Lo cierto es que mientras el dinero y el poder se entrometen en la investigación científica, nuestro querido planeta continúa siendo dañado y contaminado irremediablemente ante la impotencia de buena parte de la Humanidad, que no goza de los beneficios del progreso tecnológico pero igual debe sufrir sus consecuencias sobre el ambiente.
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